El fin de las utopías

Autora: Liliana Sierra Sánchez.

Songo – La Maya, 7 jun 2021.- Desde su surgimiento como canal para dar respuesta a las necesidades comunicativas del siglo XV, el periodismo ha devenido cotidianidad y polémica. Su evolución en cada época es reflejo del grado de desarrollo ostentado por el medio en que se desenvuelve, indisolublemente entrelazada a los dilemas generados por su propia existencia: ¿oficio o profesión?, ¿arte o ciencia?, ¿literario, híbrido o no literario? y más recientemente los emanados de su relación con las nuevas tecnologías y han llegado a pronosticar su extinción por asfixia.

Al margen de vacíos semánticos y preguntas sin respuestas, asoma una certidumbre, el periodismo coexiste con la realidad objetiva, de la que no solo es instrumento, sino también agente activo transformador.

Por eso no basta para ejercer su práctica el mero hecho de escribir las 1ras ideas que afloran al cerebro. No podemos conformarnos con un producto comunicativo simple, rutinario, hueco, debemos moldearlo a nuestra imagen y semejanza, impregnarle un estilo, darle un soplo de vida. Con esta finalidad es necesario apelar a la variedad de herramientas que nos ofrece nuestro idioma; tener dispuesto un arsenal de recursos expresivos, estilísticos y formales; combinar suspicazmente los hechos con sus interpretaciones, los actos con las ideas que los originaron. Para ello es necesario el cultivo del intelecto, la apropiación de una extensa cultura, la habilidad para seleccionar los temas y los registros o códigos lingüísticos para materializarlos.

Inmersos en la sociedad de la información y el conocimiento, donde se mistifica la cultura de la frivolidad y el entretenimiento, y la existencia de una brecha digital acentúa la exclusión de las minorías pobres, tenemos un desafío: llevar el periodismo más allá del fin de las utopías.

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