Reseñando a Camilo II

Autora: Maylín Ros Torres.

Songo – La Maya, 28 oct 2021.- En el aniversario 62 de la desaparición física del Héroe de Yaguajay, a manera de homenaje, recordamos al hombre que fue, a la estatura de sus valores como compañero y como amigo, pretextos para seguir

Está esa historia que contaba el Che de que cierta vez que vagó junto a cinco hombres por los acantilados cercanos a Cabo Cruz. Allí, una noche de luna encontraron a tres compañeros más, dormían muy plácidos sin temor a los soldados y los sorprendieron creyendo que eran enemigos, para su asombro eran hombres de Camilo. No pasó nada, pero serviría después de base a un chiste mutuo que se hacían el que hubiera estado el argentino entre los que lo sorprendieran, aunque otra vez le tocó levantar bandera blanca para que su gente no los matara, confundiéndolos con batistianos.

O la anécdota de los niños tristes, cuando llegaron a La Jacinta, un pequeño batey de Ciego de Ávila. En ese lugar había una escuela, pero el maestro no había acudido a dar su clase por la lluvia y los niños los recibieron con tremenda alegría. Uno se improvisó como maestro de matemáticas, Camilo reunió a trabajadores y vecinos y les habló a los niños y mayores. Les dijo a los muchachos que le pidieran a la maestra que cada viernes les hablara de Martí, de Maceo, de nuestra guerra de Independencia. Repartió dulces a los pequeños y por último todos cantaron el Himno Nacional y la Marcha del 26 de Julio, a la hora de partir los niños estaban tristes.

Camilo era un hombre sensible en extremo y lo demuestran muchas de sus acciones en especial esta que podemos referirles a nuestros hijos para que aprendan su belleza. Cuentan que era el segundo domingo de mayo y en el campamento rebelde se planificaban las próximas acciones en el llano para batir a la tiranía, dos jóvenes se le acercaron, eran muchachos de la zona que se han unido al movimiento en los montes.

Le preguntaron si podría darles permiso para llegar a ver a sus respectivas madres. Dijo que sí, pero que no tardaran y dieron la espalda para retirarse. Dicen que Camilo, como un relámpago, volvió a detenerlos para preguntar qué les llevaban.

Los muchachos se miraron y contestaron que nada, entonces, el hombre de la sonrisa amplia les interrogó cómo pensaban ir sin llevarles nada y ofreció veinte pesos para repartirlos y llevarles algo.

Esas son pequeñas historias que nos recuerdan la grandeza de un hombre que nos duró poco y que sin embargo constituye uno de los más altos paradigmas de la historia cubana.

Por hoy cerramos este capítulo, pero regresaremos mañana para seguir reseñando a Camilo.

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