Relato de una sobreviviente

Autora: Maylín Ros Torres

Songo – La Maya, 27 ago 2021.- Yo me prometí no escribir sobre todo lo que pasé en el infierno, pero no puedo dejar de hacerlo. Estuve ingresada en un hospital con mi madre enferma de Covid y yo también lo tuve.

No sé si me contagié junto a ella porque mi PCR dio negativo o fue en la manipulación de sus necesidades o si fue en el propio centro médico. La verdad es que tuve por necesidad que pasarlo como si no lo tuviese porque mi mami estaba muy mal.

Catorce días o quince, no sé decirlo con exactitud, los días no importan, de agonía y espera, en los que vi de todo, desde la negligencia para atender pacientes hasta la belleza inmensa de otros profesionales de la salud que hacían hasta lo imposible por salvar vidas. Vi además la entrega de los mensajeros y personal de limpieza, gente a la que no se aplaude ni se menciona y que sin embargo, llevan aliento a enfermos y acompañantes, son la familia extendida que te habla con cariño y te da fuerzas en medio de tanta incertidumbre.

Vi a mi madre casi sin vida, tuve que remover los cimientos para salvarla, perder otro poco de mí, sin perder la cordura totalmente. No hablaba, no me conocía, no respondía, ni era consciente de sus funciones básicas. Vi más que nada la muerte. La muerte de gente más joven o más vieja, el llanto de familiares, las manos atadas de los médicos sin poder esquivar la parca.

No tengo que cerrar los ojos para ver a aquel hombre agónico que se fue mirándome, en una súplica de ayuda, sin aire en sus pulmones, una visión que me acompaña en las noches, que no me suelta, me agarra hasta que el llanto me inunda y mi esposo me consuela. Todo eso y más lo vi en el infierno.

Las secuelas son lo peor, más que el propio virus. Los dolores en las articulaciones, el cansancio, viejas lesiones que reaparecen para hacer más difícil los días. El insomnio, los ataques de pánico, los mareos, cuántas cosas suceden tras contagiarnos.

A todo el que lea estas palabras sueltas le pido que se cuide mucho, una grieta se abre en la psiquis de los convalecientes, una grieta que acaso cerrará un día porque como humanos no somos del todo capaces de reconocer que salvamos la vida, lo más importante, sino todo el horror que se vive durante la hospitalización, la ausencia posible en la familia porque los que fallecen son muchos, la depresión que te agarra y no te suelta, las secuelas que durante un año te visitarán y hará tu existencia difícil, incluso la muerte por complicaciones post-Covid.

A ti que me lees, con la experiencia vivida, cuida a tu familia, mantenlos seguros en casa, haz posible con la prevención, el milagro de la vida.

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