¿Eres optimista o pesimista?

Autora: *Liliana Sierra Sánchez

Songo – La Maya, 5 ene 2021.- Dice una fábula que dos ranas cayeron en un caldero de leche. Una de ellas pesimista, se desesperó y se dejó ahogar.

La otra valiente y optimista, siguió nadando tranquilamente. Con el movimiento, se cuajó, la leche y cuando ya no pudo nadar, trepó sobre la nata.

¿Con cuál de estas dos actitudes te identificas más?

¿Eres de los que solo ven el lado positivo de las cosas o por el contrario, de los que todo lo ven mal? ¿Eres de los que piensan que el vaso está medio lleno o medio vacío?

Dicen que los optimistas siempre ven el agua sobrepasando la mitad del vaso, mientras los pesimistas… ven menos agua de la que en realidad hay.

Si nos preguntamos cuál es la diferencia entre una persona optimista y una pesimista, podemos decir que el optimista ríe para olvidar, mientras al pesimista se le olvida reír.

Los optimistas no se ven afectados por el fracaso, la situación socioeconómica o el rechazo, piensan que los problemas son temporales, nunca pierden. El pesimista se hunde en su propia tristeza, piensa que no hay salida posible ni solución a las dificultades que se le presenten, nunca gana.

Los pesimistas atribuyen las cosas buenas y malas a la casualidad. Los optimistas son dueños de su propio destino.

Los términos optimismo y pesimismo describen el modo en que las personas interpretan las cosas buenas y malas que les suceden.

No tienen nada que ver con la inteligencia ni con el sentido común. Generalmente, aprendemos cualquiera de las dos actitudes desde niños.

Lo hacemos, viendo la forma de ser de nuestros padres y de otras personas importantes para nosotros. Y escuchando sus comentarios ante cualquier problema. Más adelante, nuestras propias experiencias refuerzan o debilitan esa actitud aprendida.

El optimismo nos ayuda a salir adelante en la vida, a resolver mejor nuestros problemas y a disminuir el sufrimiento. El pesimismo nos limita, nos impide ver con claridad y objetividad el problema y su solución, aumenta el estrés y la preocupación y fácilmente se lo transmitimos a la gente que nos rodea.

 El optimismo es práctico, porque siempre termina en una acción positiva.  Lo importante es comenzar, tratar, atreverse.

 El pesimista ya ha concluido que ya no hay mucho que hacer para cambiar la situación

La ley de promedio te indica que de cuatro intentos uno resultara. Así es que para llegar al éxito hay que pasar por los fracasos.

El optimista dice: «déjame hacerlo a mi.» «puede ser muy difícil pero es posible.» El pesimista dice: «eso no es mi trabajo.» «puede ser posible, pero es muy difícil.»

El optimista tiene siempre un proyecto. El pesimista siempre tiene una excusa.

Gran parte del malestar que experimentamos cuando algo falla en nuestra vida se debe al modo en que interiorizamos y nos explicamos lo sucedido.

El pesimista es el que piensa que la causa de sus problemas es interna y personal, provocada por él mismo. Además, siempre cree que los malos momentos durarán eternamente y que aquello que los causa es permanente.

En cambio un optimista, interpreta que sus contratiempos son provocados por circunstancias ajenas a su voluntad y tiene la creencia de poder siempre superarlas.

Está convencido de que los malos momentos son pasajeros, y da explicaciones especificas a sus errores, por lo que, aunque puede sentirse indefenso en algunos aspectos, se mantiene firme en el resto.

Cada vez más investigaciones muestran los beneficios físicos, psicológicos e incluso económicos que generan una actitud optimista ante la vida.

Al separar las partes positivas de las negativas, nos damos cuenta de que no todo está mal. Esto influye en nuestro estado de ánimo y nos ayuda a tener un punto de vista más adecuado.

Cuando confiamos en que los resultados van a ser positivos, el esfuerzo que necesitamos hacer, vale la pena. Esto fortalece nuestra autoestima y nos ayuda a mantenernos motivados.

Nos permite buscar nuevas opciones, cuando no obtenemos buenos resultados con lo que estamos haciendo. Favorece nuestras relaciones familiares, sociales y de trabajo.   Disminuye el estrés, mejora nuestra salud y nos permite disfrutar de la vida.

El optimismo se puede aprender, aunque en gran parte está determinado en parte por la herencia y, por las primeras experiencias de nuestra vida. De todas formas, es posible aprender a ver las cosas de otra manera

Todos en algún momento enfrentamos dificultades, padres estrictos, una pareja celosa, una enfermedad, o relaciones complicadas con la familia, los compañeros de trabajo, colegas, amigos, vecinos…

Pero si sabemos manejarlas y solamente hacemos algunos ajustes inteligentes, podemos aprender a controlar nuestras vidas de una manera muy optimista y práctica. Piensa que las dificultades nos enseñan y fortalecen, preparándonos para enfrentar mejor, evitar o resolver futuros problemas.

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