Alto Songo y una historia relacionada con el Ismaelillo
Autora: Maylín Ros Torres.
Songo – La Maya, 3 oct 2021.- Se supone que no debería comenzar este trabajo con una frase tan coloquial, pero como soy songomayense tengo todas las licencias. Dice el grupo humorístico argentino Les Luthiers que “lo triste no es ir al cementerio sino quedarse”. Yo añado: también es triste salir y no contar las historias que lo merezcan.
En Alto Songo, por supuesto, también hay un cementerio. Se llama San Pío. Songo no tiene murallas, pero igual que China tiene sus misterios.
Acontecimientos poco esclarecidos por la inexistencia de investigadores dedicados a asuntos históricos. Unos porque no hay recursos, otros porque las fuentes orales se han perdido en el propio cementerio y ya no queda quien viera para luego contar.
Hay en el campo santo una tarja de mármol que en estos días acapara la atención de todos. Ha estado ahí desde 1917 y tiene grabado unos versos y un nombre distinguido entre los cubanos: José Martí.
A primera vista podemos pensar, bueno y qué. Es ahí donde llega lo mejor. Se dice que esa tarja fue enviada expresamente por José Francisco Martí Zayas-Bazán, el mismísimo Ismaelillo.
Y ahora las historias:
Sí, porque son dos versiones que convergen en un solo punto y es precisamente el origen de la tarja y que nos dejó un songuero de pura cepa: Mingue Pérez.
La historia se hace palabras a través de Felo Delís, quien asegura que en el período comprendido entre 1901- 1902, los veteranos de la guerra de independencia hicieron una campaña para que Bartolomé Masó fuese elegido como presidente de la República. Para ello debían utilizar una persona con prestigio que recorriera la zona oriental. Quién mejor que el hijo de José Martí. Así viajó por muchos sitios del oriente y uno de ellos fue el término municipal de Alto Songo.
Entre los lugares que visitó estuvo la única escuela del poblado. En ella estudiaba Luis Domínguez Téllez, hermano mayor de Miguel Domínguez Téllez, otro grande de nuestra cultura y a quien me referiré en otra ocasión.
Este muchacho era un martiano fervoroso y se lo hizo saber. Se dice que en la conversación que sostuvieron el niño expresó su deseo de que cuando muriera quería tener, igual que el Apóstol, en su tumba, un ramo de flores y una bandera.
José Francisco Martí Zayas-Bazán debió conservar una impresión favorable de los conocimientos del niño sobre su padre porque cuando el pequeño murió tres años después, lo supo por “alguien” que nadie identifica y supuestamente envió la tarja.
La otra historia la refiere Alfredo Pérez, hijo de Mingue. Este hombre nos cuenta que su padre nunca le dijo que el Ismaelillo estuviera en Songo, pero sí que el muchacho participó en un concurso sobre Martí y ganó.
En el trabajo expresaba su amor por la figura de nuestro Héroe Nacional y su deseo de que al morir le pusieran un ramo de flores y una bandera en su sepultura.
Años después cuando el muchacho murió, otra vez alguien no identificado, le avisó al hijo de José Martí y este para cumplir la voluntad del pequeño martiano decidió enviarle la placa de mármol.
Necesitamos entonces aclarar para mejor entendimiento que la primera versión está un poco fuera de credibilidad. Se dice que el hecho sucedió tres años antes de la muerte de Luis Domínguez Téllez.
Primero: en esa época Bartolomé Masó ya había muerto y Estrada Palma también. Segundo: en 1914 el presidente era Menocal y José Francisco Martí Zayas-Bazán el Secretario de Defensa durante su gobierno. ¿Acaso sus responsabilidades lo trajeron por estos rumbos?
Dos historias diferentes con dos puntos comunes: alguien avisó y la tarja fue enviada. Pero, ¿Fue el Ismaelillo quién la envió, estuvo realmente en Alto Songo o serían solo pretensiones de alguien para cambiar la historia?
¿A qué fuentes recurrir para saber esa otra cara de la verdad que desconocemos? Quienes vivieron en esa época duermen en San Pío un sueño largo y para nada quiero despertarlos y conversar con ellos. Prefiero como Les Luthiers decir que lo triste no es ir al cementerio sino quedarse y no contar historias como esta que remuevan la duda y el empeño de los historiadores.